viernes, 7 de diciembre de 2007

Con los ojos bien abiertos

Por Hernán Muleiro Julieta Campilongo Esteban Beltrán Luciano Milanesio


El 60% de los porteños, según una encuesta publicada por el diario La Nación en 1999, sufre algún tipo de problema para dormir. Las cifras son inferiores en el interior del país, y es probable que este número haya aumentado en los últimos cinco años.
Para el psicólogo Dardo Tumas "el aumento no es de los casos patológicos, sino de los inducidos por factores exteriores. Se observa en paralelo un aumento enorme del consumo de benzodiacepinas, mal utilizadas y en dosis mayores que hace siete u ocho años. Por supuesto que el uso de drogas no soluciona las causas profundas del insomnio, mucho menos el uso abusivo de las mismas".
A partir de una encuesta realizada por nosotros se desprende que el 75% de los consultados tiene problemas de sueño. De este grupo, el 90% se medica. La mitad con el consentimiento de un profesional y el resto practica la automedicación. Las benzodiacepinas no suelen ser consideradas como drogas por sus usuarios, aun cuando presentan síndromes de abstinencia al ser consumidas en grandes cantidades o por largos períodos de tiempo.
En una gran metrópolis no faltan las razones para no dormir, los estimulantes como el café y el tabaco son utilizados en forma regular. El acelerado ritmo laboral de los tiempos que corren no contribuye al sueño plácido. Este ritmo de vida, típico de una gran ciudad tercermundista como Buenos Aires, es la práctica manifiesta de la supervivencia del más apto establecida por Darwin hace más de un siglo.
El actor Sam Shepard escribe en una de sus obras consagradas titulada Crónicas de Motel: "El insomnio es una cadena, el insomnio es un círculo vicioso". Por su parte, Michel Foucault, uno de los filósofos y pensadores contemporáneos más reconocidos, pone a la neurosis como epicentro del comportamiento del individuo en la posmodernidad. Si esta teoría fuera cierta pondría en evidencia la falla del sistema socioeconómico impulsado por los EE.UU. para satisfacer a la humanidad en su conjunto. Al respecto podría citarse al cantautor norteamericano Bob Dylan cuando dice "llevo la fiebre / en mi bolsillo".
Vivimos en una era que nos obliga a la celebración de lo imaginario mientras nos impone realidades. No es extraño que los artistas más celebrados de los últimos tiempos lleven como insignia la lucha por despegarse de la realidad por medio del arte (Pollock), el deseo de manifestar lo nefasto de la mecanización del hombre (Kafka), o el deseo de rebelión innato que se puede ver en la masificación de la cultura rock.
El escritor Don de Lillo cuenta que a una persona habitante de una metrópolis le llevaría cincuenta años digerir los estímulos y mensajes que recibe en una semana. Sin embargo, es claro que una persona que trabaja entre diez y doce horas en un trabajo que le resulta odioso y que le alcanza para poco más que sobrevivir, no necesita escarbar fuera de su rutina para encontrar la causa de su convalecencia. Según el psicólogo Dardo Tumas "muchas personas no tienen el tiempo o las condiciones para relajarse y lograr un sueño placentero".
Mario M. padece insomnio y depresión y cree que su problema es la suma de muchos factores. "La temprana muerte de mi madre, la desaparición de mi padre por manos de militares y otras cosas. Entre ellas, mi insatisfacción personal, la conciencia de mi propia mortalidad, el uso de sustancias químicas y muchas más".
Si bien el de Mario es un caso particular y no una voz necesariamente representativa de la generalidad, de su testimonio podemos deducir que los problemas de insomnio se desprenden de causas variadas y, en general, no de un problema aislado.
Vivimos en una ciudad llena de muerte y pobreza. Vivimos constantemente informados de las guerras atroces que hay en el mundo sin hacer nada respecto de ellas. Después de todo, ¿por qué la gente habría de dormir bien?

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